La Gracia de Dios me ha permitido escribir este libro con dos propósitos: la primera, disipar la confusión e ignorancia que hay con relación al Eterno y su naturaleza. La segunda es mostrar el vínculo que hay entre Dios y el Mesías de Israel. No se utiliza un lenguaje teológico, religioso y erudito; mucho menos se pretende vencer o convencer, sino demostrar con argumentos bíblicos y simplicidad quién es el Todopoderoso y el Mesías. El presente parece estar redactado únicamente para una audiencia judía y cristiana o para estudiosos de la Biblia. La realidad es que está dirigido a todos los seres humanos, ya que Dios y las Escrituras son para muchos (incluidos infinidad de creyentes y lectores de éstas) una nebulosa, algo inentendible y además aburrido, fastidioso.
El lector libre de prejuicios no encontrara atisbo alguno de religiosidad y legalismo. Es cierto que hay una constante invitación a participar de la vida y del poder espiritual que Dios ofrece de manera gratuita, lo que en ningún momento significa proselitismo de mi parte. Es un escrito sencillo para quien ama lo sencillez y repudia la complicación, lo inútilmente sofisticado; sin embargo, para aquellos que están acomodados en las delicias venenosas del engaño y en esa zona de confort que son las religiones, pero también las doctrinas seculares y el ateísmo, les resultará un documento difícil y de menos tedioso. Está diseñado para leerse con fluidez; habrá quien lo abra y en el índice lo deseche. La persona que quiera y sepa escuchar, lo leerá de principio a fin y lo más importante, si su alma ha llegado a la madurez, es decir, al cansancio y hastio totales, recibirá la Revelación de Dios, lo que significa empezar a vivir (entre otras cosas) en autoridad espiritual sobre el pecado y en la victora del Mesías, en el shabat y descanso espiritual y permanente, el del alma.