En mi familia la Virgen ha permanecido siempre presente. Es parte de nosotros, como nuestros hijos y abuelos.
Experimentamos su protección maternal en los momentos más difíciles de la vida.
Tenemos la certeza de saberla cercana, con nosotros. No recuerdo una sola ocasión en que afligido me haya acercado a la Virgen María y que Ella no me escuchara.
Me encanta esta jaculatoria en la que invocamos su protección. Y procuro repetirla cada vez que puedo: "Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos".
Recurrir a la Virgen es el secreto que nos han transmitido los santos. Es el camino más corto para llegar a Jesús. Un trayecto sin mayores contratiempos. Nos da la certeza de poder salvar nuestras almas, no por propios méritos, que son pocos, sino por su intercesión como Madre ante su hijo Jesús... Sabemos que Ella nunca nos abandonará.